Ahora que el aire y el mar son ajenos,
que no se pueden mirar las flores
de los mangles ni grabar el vuelo
de los alcatraces.
Ahora que las palmas han modificado
el paisaje de las parcelas solitarias.
Ahora cuando las palabras
tratan de ocultar la ruta de la sangre
y la luz de los corazones
es acribillada por el fuego.
Ahora que la vida es un derecho extraño
y la muerte es la principal
actriz de esta tragedia.
Ahora que los personajes del segundo acto
nos hacen sentir espectadores
de otro drama.
Ahora que la oscuridad y la luz
son las dos caras pensantes del cuerpo
enfermo que amamos y pisamos.
Ahora, frente al olvido dirigido
que trata de ocultarnos
las argucias palaciegas del monarca
y los floretes de sus mosqueteros…
Ahora, en este refugio de libros
y de discos que me alimentan
y me sustentan la esperanza,
tengo la desagradable sensación
de no estar en mi tierra y en mi cielo,
sino en un inmenso estercolero,
asfixiándome,
calculando cada pisada,
evitando la sorpresa de las ratas.
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