¿Quién fue que inventó este cuento de las negritudes? ¿Fueron
enormes intelectuales? Si y no. Fueron unos estudiantes de la Escuela Superior
de Paris en la década de los treinta. Aimé Césaire junto con Leopoldo Shengor y
León Damas fundaron un periódico “El estudiante Negro”, y de las deliberaciones
que hicieron, Aimé generó el concepto de Negritud. Estupenda abstracción porque
recogió en un solo término la actitud
contestaría de sus inquietudes. Les sirvió para reivindicar la
denominación de Negro sin necesidad de sentir vergüenza, la despojaron de la
maldad discriminadora con se pronunciaba. Les sirvió para atajar la
aculturación a la que estaban sometidos como culturas marginales. Fue limón o
ajo, que como remedio sirve para todo. Amanecían al menos con la esperanza de
que un día el alba surgiera limpia y
dejaría ver el camino. Era un concepto para la confrontación ideológica, muy
superior al de afrodescendiente, eminentemente descriptivo, que esconde las
incidencias de la realidad.
Negritud se refiere a la identidad del hombre negro, que
abarca el todo del pasado que le toco trajinar y padecer, por eso se articula
también a la dignidad del hombre negro. Hoy sabemos que los africanos que no
tuvieron en el pasado ascendencia no esclavizada no se sienten hermanos de quienes si tuvimos
ancestros esclavizados. Descendientes más no hermanados. Lo que rescatamos del
África fue el espíritu del hombre africano, su conciencia abierta a la naturaleza,
su capacidad intuitiva, su voluntad de vivir. Recreamos su razón intuitiva, no
discursiva, porque eso era lo que tenía. No comprendíamos la realidad a través
de los conceptos sino de las percepciones, y eso nos llevó a una relación
mágica con el mundo y con la vida. Todavía hoy en día pesa sobre nosotros esa
manera de ser. No es que tengamos una ontología intuitiva, mágica y sintética
sino que las condiciones de segregación y de marginación no es que han mejorado
mucho. “Yo que balo mejor que una cloaca”, escribiría Aimé en un leguaje
desenfadado, como para que no quepa la
menor duda de la condición en se siente el negro. Es un grito desgarrado, de
trágico lirismo, cerca de lo épico. El lenguaje simbólico no le hubiera
servido.
Leopoldo Sedar Shengor, intelectual africano le advierte:
trataran de negarte, defiéndete. Cuando entró a la Escuela Superior de Paris,
le tocó ser su mentor, le dijo, querido hermano Aimé usted no es de color,
quienes son de color son los blancos, vea le dice, cuando usted nació, era
negro, cuando usted creció, era negro, cuando le da el sol, es negro. Cuando
está enfermo, es negro. Cuando muera, será negro.
Y mientras tanto, el blanco cuando nace, es rosado. Cuando
crece, es blanco. Cuando le da el sol, es rojo. Cuando siente frio, es azul.
Cuando siente miedo, es verde. Cuando está enfermo, es amarillo. Cuando muere,
es gris.Entonces. ¿Quien es el hombre de color?
Le enseñó las Leyes de la Cultura Negra, le dijo: Cuando la
raza negra fue víctima del descubrimiento arruinó el impulso hacia la
civilización de los pueblos africanos. Eso hizo, y creyó que eso estaba bien,
pero no lo estuvo porque montaron el
renacimiento apoyándose en los valores estéticos de la cultura griega pero olvidándose
de los morales. Arruinó por fuera al África, pero por dentro
la fortaleció, porque el hombre negro para sobrevivir al horror de la
esclavitud tomó la levadura espiritual del vitalismo y sobrevivió. Al África le
quitó 200 millones de cuerpos, que exterminó. Lo subyugó, lo ofendió, lo humilló,
utilizando la discriminación como instrumento de razón.
La liberación del negro no es solo política sino cultural.
Tenemos que reclamar ante todo la dignidad. Más de un motivo hay. Cuando
Picasso y Modiliane descubrieron en la
estatuaria africana un tratamiento a espacio que nadie había imaginado,
descubrieron la expresión poli-espacial del cuerpo. ¿Qué es esto? Se dijeron, y
de allí nació la vanguardia en el arte. Lo primero que hizo Picasso fue pintar
a las Señoritas de Aviñón. Europa se civilizó por un lado, pero se deshumanizó
por otro. Jugó a una moral relativizada. Hoy se ha descubierto la múltiple
personalidad, y eso era lo que los africanos representaban es su estatuaria.
Incluso, hoy reconocemos el pensamiento complejo. Todos pensamos, todos podemos
asombrar al otro, nadie se debe abrogar la jerarquía del mundo. Lo que sucede
Aimé es que no todos tenemos las vísceras de Caín por dentro. Cada quien con la
química de su hígado, que lo defienda Dios. Los negros percibimos al mundo como
sujeto intuitivo, nos defendemos en la emoción. Actuamos por simpatía, nuestro
pensamiento es sensual. No utilizamos la razón discursiva, que toma distancia
del otro, sino que utilizamos la razón sintética, que nos acerca pronto al
otro. La intuición por eso es rápida. Eso nos lleva fácil a la felicidad, pero
también al desastre. Con Europa nos llegó la ruina. No entendieron el alma blanca que
tenemos. Ante el asedio y la alarma endurecimos nuestra ontología que nos llenó
el ser de fuerza vital. Nos ablandaron pero también nos endurecieron. Somos hoy
más vitalista que nunca, si ese fue el único camino que nos remedió. Nuestra
poesía no puede ser simbolista, trabaja el verso crónica, el verso historia,
épico.
Aimé dejó a un lado la dialéctica de Hegel y entendió que su
poesía estaba signada por la razón sintética. Entendió porque había escrito:
Quisiera ser humilde, manso
Sin vestigio y sin vértigo
Caer y perderme en una sémola de
tierra bien abierta.
¡Claro! Quería el encuentro total. Era el negro
simpatía, el participativo, el comprensivo. Es el imaginario del negro libre,
el que revive libre en el cimanoraje. No faltó sino invitar a Leopoldo, y a
León Dimas y a otros crear un núcleo de cimarrones intelectuales para que esto
funcionara, y bien. Había que reivindicar al negro afirmando sus raíces y su
historia. Había que fortalecer la cultura negra como un aporte de resistencia y
humanización de la humanidad. No todo es materia. El hombre tiene una dimensión
espiritual que debe sustentar. Con versos historia Aimé sentenció:
Así como hay hombres hienas,
yo seré hombre hindú, de Calcuta;
Seré hombre de Harlem, sin derecho ni voto;
Seré hombre hambre, de torturas
que se le puede matar a palo
sin rendir cuenta a nadie
¿Es que pueden matar el remordimiento?
Estos cimarrones de la ontología negra publicaron en
1948 una “Antología de la nueva poesía negra”, con prólogo de Jean Paul Sartre,
que los catapultó a la fama y le dio consagración al movimiento de la negritud.
Leopoldo fue presidente de Senegal, y Aimé alcalde de Fort-de-France, capital
de Martinica, donde en 2001 creó el SERMAC (Servicio Municipal de Acción Cultural)
con el cual realizaron los múltiples talleres del arte popular de los negros de
Martinica: Danza, música, oralidad, pintura.
Haciendo una poesía eminentemente política como la de
Bertolt Brecht le esputa al insoportable:
Al morir el alba… ándate, le dice, hocico de policía,
hocico de vaca, ándate, detesto a los lacayos del
orden,
a los abejorros de la esperanza.
Formidable eso versos, Brecht quedaría pasmado. Con Brecht diríamos:
Hay hombres que luchan un día, y son buenos; otros que luchan un año, y son
mejores; otros que luchan muchos años, y son muy buenos; otros que luchan toda
la vida, y son imprescindibles. Los negros que hemos luchado durante siglos
para decir, aquí estamos, necesitamos reivindicar nuestro puesto en la
historia, no perder la memoria de nuestros caminos de la libertad. Hay que
jurar con Aimé no ocultar nada de nuestra historia, convenir en que fuimos muy
ramplones, limpiabotas, saca micas, sin envergadura, hechiceros consumados;
convenir en que hemos roto record de la
paciencia en soportar el látigo sobre el lomo, que en esa resistencia ha
estado el espíritu vitalista del África con sus Shangos y Yemayá, Benkos Bioho
y María Varrilla, el Boche y el Porro, el “Niño en Cruz” y la Mata de Ruda.
Leopoldo Sedar Shengor aleccionó a Aimé Césaire, y
Aimé a Franz Fanon. Los tres formaron el trípode teórico de este movimiento.
Tres luces que brillan en el firmamento de las negritudes. El último,
psiquiatra, hace unos estudios muy serios sobre el negro en las condiciones del
neocolonialismo. Sería muy bueno que los negros revisaran la naturaleza de esas
luces, que brillaron para iluminarles el espíritu. El que tiene capacidad de
entrega y no lo hace, es un encubridor de más de un abuso.
I.letrada - Revista de Capital Cultural
ResponderEliminarAfro Bogotá. Homenaje a Manuel Zapata Olivella.
http://i.letrada.co/n8/