MARIA VARILLA
María Varilla
era fina de cuerpo, nada insignificante,
porque pegados a sus huesos había energía. Le sobraba temple para ser valiente,
pero había que verlo. Estaba lavando la ropa contra unas piedras a la orilla
del río. De repente apareció corriendo
un joven, que con cara de angustia buscaba donde esconderse. Como si fuera una
Virgen María le dijo, ven aquí. El muchacho asombrado vio que le indicaba que
se le metiera debajo de las polleras. Ven, le dijo, y el muchacho sin sospechas
obedeció.
Detrás venía la
policía persiguiéndolo. Sabía que era una policía torpe que perseguía a quien
no fuera conservador.
-
¿No has visto por aquí a un
hijueputa?
-
A la puta no la he vista; al
retoño, menos.
Contestó sin
pisca de cobardía, así que no la revisaron.
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